Psicología cristiana (II): Cuerpo y Alma

Cuando cimentamos la psicología sobre la antropología cristiana entran en juego los diferentes constituyentes del ser humano, creado a imagen y semejanza de Dios. Tenemos que hablar de cuerpo, de mente (o psique) y de alma. 

Estas tres dimensiones están interrelacionadas hasta el punto de que, en algunos casos, cuesta discernir las relaciones entre ellas o la discriminación o frontera entre las mismas.  La psique es el lugar donde se desarrollan las emociones, la efectividad, el pensamiento, el carácter, la ideación, los proyectos, la imaginación, los miedos, los estilos de afrontamiento, y un largo etcétera, pero, ¿qué relación existe con el alma? Si la tradición cristiana nos enseña que las tres potencias del alma son entendimiento, memoria y voluntad, podemos ya vislumbrar la complejidad que existe a la hora de discriminar entre psique y alma. ¿O acaso la psicología no trata de estas tres potencias, prescindiendo completamente del alma?

Respecto a la importancia del cuerpo, la psicología, a partir de los avances en neurociencia, ha comenzado una carrera por el psicobiologicismo.  Una tendencia que pretende poner de relieve el sustrato biológico que hay debajo de todo comportamiento humano. En este caso se aboga por una identidad biunívoca entre cuerpo y mente, entre mente y cerebro. Todo es química, todo son conexiones neuronales, con las sinapsis más o menos reforzadas a partir de neurotransmisores. El fin último es el control de la mente a través del control del cerebro. Si crecemos en el conocimiento cerebral y podemos actuar sobre él quirúrgica o farmacológicamente podremos regular el comportamiento humano y actuar sobre las diferentes patologías. Es cierto que hay una relación enorme entre el comportamiento cerebral y el humano, pero aún queda un espacio enorme de comportamiento y modo de ser en el mundo no explicable con la exclusividad biologicista. Pensemos por ejemplo en comportamientos como la libertad, o el amor altruista aún a costa de la propia vida o en la relación espiritual con Dios. Por otro lado, hemos de ser humildes, todavía adolecemos de tratamientos farmacológicos específicos para tratar diferentes patologías, los cuales son sustituidos por tratamientos de amplio alcance o espectro que por tratar de paliar un síntoma afectan a una amplio rango de facultades mermando a la persona en su conjunto. 

La psicología ha centrado su atención en las dos dimensiones anteriores, psique y cuerpo, con la tendencia reduccionista, especialmente desde el campo de la psiquiatría y la farmacología, de intentar reducir todo a la química del cerebro y su comportamiento. Pero, ¿Qué podemos decir de la otra dimensión, el alma?

No hay nada en el hombre que sea ajeno a Dios. Ni el cuerpo, ni la mente, ni el alma son ajenos a Dios. Y no se puede entender al ser humano sin contar con estas tres dimensiones, que se relacionan y afectan mutuamente.

Con el alma, hay que tener un trato exquisito. El papel del psicólogo cristiano no es el de director espiritual; no repitamos errores como los que se han dado en el pasado en sentido inverso, llevando a un gran número de cristianos a cambiar el confesor y el director espiritual por un psicólogo.  Sin embargo la psicología cristiana no puede olvidarse del alma y ha de llevar sumo cuidado en no dañarla, pues si el alma se ve afectada, toda la persona se verá afectada. El alma no depende biunívocamente del cuerpo, no cabe orientación biologicista, pues como sabemos, en el momento de la muerte, el alma se separa del cuerpo, asiste ante Dios a un juicio particular y queda a la espera de la Resurrección futura, donde de nuevo se unirá con su cuerpo glorioso. Es posible la vida del alma sin la vida del cuerpo, pero mientras la persona vive, alma y cuerpo se afectan mutuamente. El alma es informada por el cuerpo en que vive y es el alma (ánima) quien anima y vivifica al cuerpo. Alma, mente y cuerpo se relacionan en cada aspecto de la vida, de modo que la oscuridad del alma, oscurece a toda la persona.

La vida espiritual, algo ajeno a otras especies diferentes del ser humano, es la vida del alma, la vida del espíritu, donde el alma busca constantemente la presencia de Dios para descansar en Él. Por eso el psicólogo cristiano no puede olvidar que hay acciones o comportamientos que pueden dañar el alma, "No entristezcáis al Espíritu Santo de Dios con que él os ha sellado para el día de la liberación final"(Ef 4,30). Daña el alma todo comportamiento que es contrario al Amor de Dios o a sus mandamientos.  Es la vida espiritual la plenitud de la vida humana y tarea de todos salvaguardarla y encaminarla a Dios y a su voluntad.

Esto tiene muchísimas derivadas que marcarán un estilo propio, que salvaguarde cuerpo, mente y alma. Por poner sólo algún ejemplo: La psicología cristiana tiene que salvaguardar la primacía del Amor, y para eso en ocasiones ha de ser capaz de hablar claramente del valor salvífico del sufrimiento y del amor oblativo, aunque un paciente acuda a consulta buscando evitarlo. Muchas de las terapias que se ofrecen hoy día siguen el único objetivo de que la persona sea feliz, o mejor dicho que se sienta feliz. Y si para que así sea tiene que romper su matrimonio, romper la relación con un hijo, pasar por encima de un compañero de trabajo, consumir experiencias sin límite, o hacer un uso inapropiado de su libertad o de su cuerpo, pues adelante, aunque las acciones anteriores dañen el alma.  La psicología cristiana trabajará para que la persona sea auténtica, no superficial, y que pueda integrar en su vida los diferentes avatares como parte de un bien mayor que la supera y trasciende.

Así mismo, un psicólogo cristiano no puede olvidar que una de las principales herramientas con las que cuenta para sanar a la persona es la del perdón, incluso a quien me hace daño y comenzando por el perdón a uno mismo. La paz que tanto buscan los pacientes en consulta no puede ser nunca a costa de la paz o del bien de los demás. Nunca se buscarán vías fáciles de escape que sólo persigan evadir la realidad y aislarme en mí mismo, como la meditación de corte oriental, tan socorrida y utilizada los últimos años. Se pondrá especial delicadeza en el cuidado de cuerpo, mente y alma. Por ello no favorecerá que el cuerpo sufra comportamientos que puedan dañar el alma, ni que la psique pueda instaurar comportamientos, o modos de pensar que sean contrarios al alma. Uno no puede hacer con su cuerpo todo lo que le venga en gana, ni todo es lícito en su comportamiento si afecta y daña el alma.  La primacía es siempre para el Amor, pero un Amor auténtico, que todo ser humano busca dar y recibir para alcanzar la plenitud.

Pedro

pedro.jara.diac@gmail.com