Psicología cristiana (III): No necesitas un psicólogo

No necesitas un psicólogo. Y esto se lo puedo decir a un gran número de pacientes que acuden al psicólogo. No a todos, porque en algunos casos la presencia y trabajo del psicólogo pueden ser necesarias, pero sí a muchos de ellos.

Es cada vez más frecuente acudir al psicólogo. Hemos pasado de un extremo a otro, arrastrados por la implacable ley del péndulo, que a tantos comportamientos afecta y seguirá afectando. Hace unos años, no muchos, pongamos treinta, ir al psicólogo era casi peyorativo. Si ibas al psicólogo eras tildado de loco o al menos te pasaba algo que te hacía sospechoso. Hoy día hemos pasado al otro extremo, se va al psicólogo por cualquier motivo, lo cual no es necesario.

La vida es la vida y en ella ocurren multitud de situaciones a las que nos tenemos que ir adaptando. Es verdad que nuestras respuestas automáticas al estrés están un poco desacopladas de las situaciones que les dieron origen, como el peligro inminente ante un atacante. Es verdad que una respuesta basada en un aumento de adrenalina, aceleración del ritmo cardiaco y flujo de sangre en las extremidades no siempre es lo que necesitamos, especialmente si tenemos que seguir sentados delante de un ordenador. Pero aún así el ser humano es enórmemente adaptativo a multitud de situaciones adversas.

En la vida ocurre lo que los ingleses llaman hustles, y que podemos traducir como ajetreos, inconvenientes, molestias, dificultades y un largo etcétera. Frente a estos vaivenes de la vida hemos de aprender a reaccionar convenientemente, sin ayuda de un psicólogo. Y hemos de admitir que la vida conlleva ese tipo de circunstancias en las que el viento no siempre sopla donde uno quiere. Hemos de darnos permiso a sentirnos mal, a sentirnos frustrados, a ver la vida, en ocasiones, de forma pesimista y no pasa nada.

Es mentira que estamos aquí para ser felices. Estamos aquí para vivir, y la vida conlleva momentos de alegría, tristeza, pena, duelo, entusiasmo, euforia y tibieza. Somos presas del efecto paracetamol, mediante el cual en cuanto te duele un poco la cabeza hay que tomarse la pastillita, sin la más mínima tolerancia al dolor. Nos engaña todo aquel que viéndonos de bajón nos dice, "¿has pensado en ir al psicólogo?" Antes de ir al psicólogo está uno mismo, está la familia, están los amigos o están los compañeros de trabajo o estudios, entre otros. Personas con las que hablar e intercambiar opiniones, consejos, diálogos, mientras se comparte la vida. 

No nos damos permiso para el más mínimo sufrimiento o contrariedad. Si para ello hemos de acudir al psicólogo, símplemente para que nos escuche, algo va mal, y estamos haciendo de nosotros mismos unos inútiles infantilizados. Es bueno el fracaso, es bueno el sufrimiento y el dolor en la vida, como forma de conocernos a nosotros mismos, de ir aprendiendo y reforzando nuestra personalidad. Son buenas las heridas que nos hacen crecer y pisar tierra. Nos han vendido un mundo ficticio entre algodones que no se corresponde con la realidad. 

"Tú has nacido para ser feliz" Pues siento decirte que no es verdad. Tú has nacido para vivir y para desgastarte viviendo, dando la vida por los demás en actitud de servicio. Y lo de la felicidad lo dejamos para la vida eterna o para cuando Dios quiera, en esta vida. Me viene a la memoria, cómo en 1858 la Virgen le dice a santa Bernadette: No te prometo hacerte feliz en este mundo, pero sí en el otro. 

El psicólogo no está para ahorrarte este tipo de contrariedades cotidianas, pues te estaría ahorrando vivir. El psicólogo está para cosas bastante más serias que todo esto y sin embargo se llenan los gabinetes cada día de pacientes a los que símplemente les duele vivir y a los que los psicólogos, que esto también es para otro tema, acogen y prefieren seguir cobrando sesiones. 

Tampoco está el psicólogo para tener alguien con quien desahogarme, aunque seguramente cuanto más le pagues, más efectivo te parecerá. Para eso está la familia o los amigos. En cualquier caso, si estuvieras solo. el dulce huesped del alma, el Consolador, el Espíritu Santo es capaz de iluminar tu vida y llenarla de consuelo aún en las circunstancias más adversas. Porque no lo olvides, no estás solo.



Pedro

pedro.jara.diac@gmail.com